viernes, 13 de noviembre de 2009

HOY INAUGURA TIJUANA RESTO BAR


HOY VIERNES 13 DE NOVIEMBRE A PARTIR DE LAS 21 HS ABRE SUS PUERTAS AL PÚBLICO TIJUANA RESTO BAR.

PARA FESTEJARLO HABRÁ 20% DE DESCUENTOS Y 2 X1 EN FERNET HASTA LAS 23HS.

LA MUCHACHADA YA ESTA INVITADA.
LOS ESPERAMOS.
CORDOBÉ ENTREGA LA CAJA DE FERNET Y ASI MEJORO LA PROMO.

miércoles, 26 de agosto de 2009

FESTEJARON LAS DIABLITAS Y VOLVIÓ, EL FULBITO SAGRADO


Nuevamente apareciero ellas vestidas de rojo luego de haber perdido su ultimo partido. Ante la noticia de saber que Mario no vendría y Alan jugaría para nosotros, dijeron esta es la nuestra "vayamos todas de rojo fuego!!" dijo una. y asi llegaron. El partido fue de tramite muy parejo aunque esos 2 o 3 goles de ventaja que las de rojo mantuvieron durante gran parte del partido, nunca pareció peligrar. Hoy hay que decir que luego de casi un año volvimos a ver al Cordobé como el gran arquero que supo ser, que la gran diferencia del partido estuvo en el arco de las diablitas y en el arco de los azules que fue rotando cada 2 goles maomeno.


Las Diablitas (14)


Cordobé (8) Hoy como dijimos antes fué el cordobés de los viejos tiempos, sacó todo lo que le tiraron y fue al piso en todas y ganó todos los mano a manos. Y el gol que fué se las rebuscó para anularlo...

Emiliano Rodriguez (6,5) Trabajo correcto, ayudó en defensa y llegó bstantes veces con peligro al arco rival. Fué la voz de mando que se le reclamó en la anterior crónica.

Luis Espinosa (5) Clavó un derechazo furiosos al comienzo del partido que desmoralizó a su contrincante, justo cuando el equipo azul jugaba mejor. Luego estos tuvieron que cambiar de arquero, el equipo se desorganizó y bue.. lo que ya sabemos. Podemos deir que Luisito fue el que generó el principio de la ecatombe total.

Nico Chifoloti (5) El mismo definió su trabajo con un "No me salieron ni 3 pases seguidos" igual creemos que no fué tan desastroso como el mismo piensa, colabi}oró en defensa y corrió bastante. Muy flojo en ataque.

Telmo Agnone (7) Gran partido nuevamente de quien es la figura de las Simpaticas Diablitas, corrió metió goles desicivos y asistió en otros. Clave en el triunfo.


Equipo Azul (menos Bonetto y Alan) (11)


Alan (4,5) No voy a hablar demasiado de este señor, porque no quiero tener más prblemas con su señora esposa. Ya fuí advertido telefonicamente por las últimas criticas a su juego. Pero lo que si me voy a permitir decir es Señor Alan: Si no quiere que lo critiquemos más, por favor cierre la boca y juegue de una vez!!!!!! y por favor no sea pollerudo!

Dieguito Pitermán (5,5) Arranco muy bien, incluso con bastante más sacrificio al que nos tiene acostumbrado, hizo al menos un gol muy lindo, pero luego de a poco fue desapareciendo.

Dani Bonnetto: (5,5) También arrancó ordenando al equipo, manejando los hilos pero poco a poco se fue enojando hasta terminar casi desganado y ni siquiera enojado, lo que es peor. Igualmente mostró algunas pinceladas del juego que sabe hacer.

Matias Venanzi (6) Muchas ganas, mucho sacrificio y uno cuantos goles. No tuvo compañia. Partido más que aceptable.

Nicolás Quirno Costa (4) Haber que dice la gente ahora, cuando tengo buenpuntaje porque tengo buenpuntaje, cuando no me evalúo que eso es peor. BUeno haber ahora. Si!!! fui el peor jugue muy mal no meti ni un gol y perdimos por mi. ¿ y que??? pero ni enpedo me pongo un 3

viernes, 21 de agosto de 2009

ASADO, TRUCO Y VINO


Hoy a las 20:30 hs aprox. los esperamos a todos en el Quincho del Club Lacar "Marcial Verdúm", llevar entre $ 20 y 30. Confirmar presencia para hacer las compras. Alan lleva aguita eco. El coordobe el ferné.

miércoles, 12 de agosto de 2009

VOLIVIÓ EL TIKI TIKI


El equipo rojo no se animó a lucir nuevamente tan sexy casaca. Entonce el desafío fue contra un equipo sin identidad. Si bien podemos decir que el de ayer fue lejos el mejor partido del mes, comn muchos goles, lindas jugadas, mucho toque y un resultado equilibrado hasta los ultimos15 minutos de partido donde el equipo Incoloro del martes pasado terminó por aplastar a las ex diablitas.


Equipo Incoloro (21)


Diego Piterman (7) lejos su mejor partido en el mes. Convirtió goles importante y asistió en muchos otros. Tuvo tiempo para lujitos y hasta ayudó en defensa algo poco común en el.

Matias Venanazi (7) Otro punto alto en el equipo, garra corazó y futbol. Fue quien le dio el equilibrio a un equipo de poca marca. Clave en la victoria.

Dani Bonetto. (6,5) Parejo durante todo el partido alternó entre malas y buenas , mas buenas que malas, cuando estuvo en el arco tapo un par de pelotas importantes.

Mario Canale (7,5) El mejor jugador de la fecha, estaba en todas partes, metió y jugó e hizo jugar. Sin duda le cambió la cara al equipo. Y no queremos decir que fué quien reemplazó a Alan, ni tampoco que muchos creen que ahí fué donde se ganó el partido.

Nicolás Quirno Costa () Para no despertar suspicacias, este jugador no será evaluado.


Equipo Ex Diablitas: (16)


El cordobés (5) Se morfó 21 goles, pero realmente no todos fueron culpa de él, estuvo muy seguro con la pelota pese al gol de caño. Seguí asi mientras atajes para ellos.

Luis Espinosa (4) Hoy Luis estuvo perdido, no encontró la posición aunque clavó un par de esos goles ya clásicos en el, pero no estuvo ni cerca del nivel mostrado la semana anterior. Flojo en la marca un poco mejor en la definición.

Nico Chifoloti (4) Intransendente totalmente, alguna que otra llegada pero sin fuerza, y muy poco en la marca, entorpeció mas de lo que ayudó.

Emiliano Rodriguez (5) No desentonó dentro de la mediocridad de juego mostrada por su equipo ayer. No vimos el Emiliano aguerrido que pelea todas las pelotas y griota a los compañeras cuando se quedan, sobre todo se ´lo notó entregado al final del partido, una pena.

Telmo Agnone (5,5): Arrancó como para ser ser la manija de su equipo pero de apoco fué desapareciendo. Hasta terminar jugando practicamente parado. Sin ideas. Su equipo depende mucho de él, y se nota cuando está ausente.

martes, 11 de agosto de 2009

VOLVEREMOS Y SEREMOS DIABLITAS

El martes pasado dio la casualidad que 5 de los integrantes se vinieron vestiditas de rojo, seguramente para que puedan jugar juntas, las primeras fotos salieron movidas. ahora sabemos porque. Asi festejaron el triunfo de la semana pasada, esperomos que se animen a volver con sus sexys atuendos, y jueguen la revancha. Aunque con esa delanteras...


domingo, 9 de agosto de 2009

El tipo que pasaba por ahí

Suele ocurrir en los equipos de barrio que a la hora de
comenzar el partido faltan uno o dos jugadores.
Casi siempre se recurre a oscuros sujetos que
nunca faltan en la vecindad de los potreros.
El destino de estos individuos no es envidiable.
Deben jugar en puestos ruines, nadie les pasa la pelota y
soportan remoquetes de ocasión, como Gordito, Pelado o Celeste,
en alusión al color de su camiseta.
Si repentinamente llega el jugador que faltaba,
se lo reemplaza sin ninguna explicación y ya nadie se acuerda de su existencia.
Pero una tarde, en Villa del Parque,
los muchachos del Ciclón de Jonte completaron su formación con uno
de estos peregrinos anónimos. Y sucedió que el hombre era un genio.
Jugaba y hacia jugar.
Convirtió seis goles y realizo hazañas inolvidables. Nunca nadie jugó así.
Al terminar el partido se fue en silencio,
tal vez en procura de otros desafíos ajenos.
Cuando lo buscaron para felicitarlo, ya no estaba.
Preguntaron por él a los lugareños, pero nadie lo conocía.
Jamás volvieron a verlo.
Algunos muchachos del Ciclón de Jonte dicen
que era un profesional de primera división,
pero nadie se contenta con este juicio.
La mayoría ha preferido sospechar
que era un ángel que les hizo una gauchada.
Desde aquella tarde,
todos tratan con más cariño a los comedidos que juegan de relleno.


A. Dolina

jueves, 6 de agosto de 2009

basta de mentiras!!!

el martes a pesar de q el equipo perdedor jugo muy mal tranquilamente pudo ser otro el resultado ya q se contaron mas de seis tiros en los palos del arco del cordobes( q no tendra manos pero si mucho ocote) hablo ya con tranquilidad y sin resentimientos x esa dura entrada...saludos y hasta el proximo martes

miércoles, 5 de agosto de 2009

DERECHO A REPLICA DEL del cordooobé

CREO QUE ESTE MENSAJE VIENE DE PERSONAS CON MUCHA BRONCA Y GANAS DE VOLVER EL TIEMPO ATRAS INTENTANDO OPACAR UN TRIUNFO APLASTANTE
POR OTRO LADO ESTE PERIODISMO POCO SERIO TENDRIA QUE TENER FUNDAMENTOS DEPORTIVOS Y NO COMENTARIOS LLENOS DE RESENTIMIENTO HACIA EL MEJOR EQUIPO DE LA FECHA.
JUAN CRUZ GARCIA

Instrucciones para publicar en el blog

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3er aparecera una pantalla que les pedirá un mail y una clave
4to el mail es fulbitosagrado@gmail.com y la clave es: panchovilla

LA DIFERENCIA ESTUVO EN EL ARCO (Lo dijo piterman)

Equipo Rojo (21):

Cordobéz (7) No es que haya tenido una gran noche ni mucho menos, pero tapó pelotas importantes, en momentos claves del partido. Pero sin duda lo que le valió su alto puntaje fué su sabia desición de volver al arco. Esa actitud, festejada por sus compañeros, nos hizo recordar aquel viejo Cordobéz que alguna vez supo ser.
Emiliano: (6,5) Con el tranco que lo caracteriza, aportó equilibrio y sabiduría para manejar los contragolpes de su equipo. Partido mas que aceptable.
Nico Chifoloti: (3) Quizá no haya jugado tan mal como para merecer ese puntaje, aunque realmente no aporto demasiado a su equipo, pero la actitud egoísta de decir "Estoy lesionado no puedo atajar!", resta y mucho. ¡Si uno puede jugar, también puede atajar! Chamuyar a los amigos cuesta caro, asi que el cuento de la espaldita cuenteselo a Telmo.
Luis Espinoza (6) Jugó en una posición rara para él, mas tirado al fondo, casi como último hombre. Molestó en defensa y clavó un par de goles con su sello, el nunca bien ponderado "Puntinazo"
Telmo (7,5) Todavía lejos del nivel que le conocimos, pero le alcanzó para ser la figura de la cancha. Se ve que le dolieron los comentarios de la semana anterior y esta vez se mostró mucho mas movedizo. Metió varios goles un par de muy buena factura, y asistió varias veces a sus compañeros. Las malas lenguas dicen que se potencia cuando juega con su inseparable amigo Nico Chifoloti.

Equipo Incoloro(15):

Dani Boneto (4) Irreconocible, desorientado en la cancha. En algún momento intentó ponerse el equipo al hombro pero no encontro respuesta en sus compañeros, luego se entregó.
Diego Piterman (4) Muy estático, parado casi como para cebarle mate al cordobéz, y las pocas que tuvo las terminó mal. Hemos visto un Piterman muy por debajo del nivel que puede tener.
Matiás Venanzi: (5) Hacha y Hacha pura garra, pero se lo vió como a los jugadores de gimnasia en el primer partido con Rafaela, muy nervioso y enojado. De futbol ni hablemos. Clavó un lindo gol cuando el partido ya moría.
Nico Quirno (4) ¡Otro! No pegó una, muchas ganas pero está visto que con eso solo, en fútbol no se gana. No encontró nunca la posición. Quizó jugar arriba y lo más cerca que estuvo del gol fué un tiro en el palo, se mandó a jugar abajo y no la vio ni cuadrada, terminó atajando sin pena ni gloria.
Alan (3): Un parrafo aparte para este muchacho, ¿Que le pasa? ¿Tiene problemas en la casa? Que alguien nos cuente!! Tiene la estirpe de un crack, pero pocas veces lo hemos visto jugar como tal. Bah! pocas... una y no se si me fuí al carajo!. Cuando uno ve que Alan juega en su equipo, de movida se pone contento, porque cree tener de compañero a un gran jugador, pero luego empieza a dar firuletes, a comerlela cabeza al resto del equipo, y termina siedo muy perjudicial. Sin dudas fué el peor de la fecha. Y tiene gran responsabilidad en la derrota. Tan mal jugó que en el Tercer Tiempo en Pancho, la mesa lo propuso para que vaya al arco en lugar de chifoloti... y aproposito de nico, así como a telmo lo potenció, quizá sea bueno el proximo martes ponerselo de compañero asi Alan puede sacar el tigre que hay en el.

BOTIN DE HIERRO

EL PREMIO AL MAS SUCIO ES SIN DUDA PARA EL CORDOBES, QUIEN SE CANSO DE SACAR JUGADAS CON MANO PERO FUERA DEL ARCO Y DE BAJAR CON FALTA, EN VARIAS OPORTUNIDADES, A ALAN, PETERMAN, Y UNA YA CON RIESGO SERIO PARA EL ADVERSARIO, A DANI BONETO...SIN DUDA CORDOBES, TE GANASTE EL BOTIN DE HIERRO CON AGUJAS Y PINCHOS...

lunes, 3 de agosto de 2009

SE FUE UN GRANDE, SE FUE MARCIAL

Me acaba de avisar nuestro compañero Telmo, la partida hacia un mundo mejor de quien fuera uno de los que controlaba el tiempo en nuestros partidos, el amigo Marcial Verdúm. Me acuerdo el día que nos quizo sacar de la cancha a los 15 minutos de empezar a jugar, o el día que me pidió un sandwich y una cervecita a modo de soborno para canjearlo por sacarnos de la cancha a las 00.00 hs y despues igual nos sacó a las 23;40. Buen viaje Marcial ya nos encontraremos todos algún día en algún lugar.

miércoles, 29 de julio de 2009

Amigos del fulbito sagrado de los Martes

Equipo A (18)
Nico Quirno 6 pts
Diego Piterman 6 pts
Nico Ciufolotti 6,5 pts
Marcelo Parada 6 pts
Emiliano Rodriguez 6 pts

Equipo parejo en todas sus lineas, nunca perdió el orden salvo faltado 10 minutos para el termino del partido en donde el equipo rival logró acercar el tanteador a uno del empate. Pero luego de un gol clave de Marcelo Parada (Tiro cruzado de la derecha del campo al 2do palo del arquero) el equipo volvió a encontrar la contundecia con laque jugó la mayor parte del partido. Justificó ampliamente la diferencia lograda.


Equipo B (12)
Telmo Agnone 3pts
Matías Venanzi 5 pts
Luis Espinoza 5pts
Daniel Bonetto 4pts
Juan Cruz García (El cordobez) 4pts

El equipo B, no encontró nunca en su figura "Telmo Agnone", la persona que hace la diferencia, jugó muy por debajo del nivel que lo caracteriza y sin querer ser tremendiste, diría que fué el gran responsable de la dura derrota. Igualmente tampoco encontró en el resto del equipo, jugadores que pudieran ponerse el equipo al hombro. Matias Venanzi fué quizá quien más empujó aunque con poco fútbol, Espinoza solo un par de esos goles inesperados que lo caracterizan, Bonetto mas preocupado por meter caños que de ganar el partido, el cordobez bien en la cración de jugadas peligrosas, muy mal en la definición. (No podemos dejar de mencionar la gran jugada que armó dejando en el camino a Nicolas Quirno y luego al arquero ocacional, Emiliano, para que con todo el arco a su disposición mandara la pelota afuera), quizá sea un momento propicio para pensar en volver a jugar en el arco.
Basicamente a este equipo le faltó fibra. y fútbol. Pero tiene materia prima para revertir la pobre imagen que dejó el último Martes.

viernes, 12 de junio de 2009

Homenaje al Fulbito de los Martes

"Hay quienes sostienen que el Fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales. Desconosco cuanto sabe esa gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: Nosaben nada de Fútbol" Eduardo Sacheri.







ESPERÁNDOLO A TITO
Yo lo miré a José, que estaba subido al techo del camión de Gonzalito.
Pobre, tenía la desilusión pintada en el rostro, mientras en puntas de pie
trataba de ver más allá del portón y de la ruta. Pero nada: solamente el camino de tierra,
y al fondo, el ruido de los camiones. En ese momento se acercó el Bebé Grafo y,
gastador como siempre, le gritó: "¡Che, Josesito!,
¿qué pasa que no viene el 'maestro'?
¿Será que arrugó para evitarse el papelón, viejito?".
Josesito dejó de mirar la ruta y trató de contestar algo ocurrente,
pero la rabia y la impotencia lo lanzaron a un tartamudeo penoso.
El otro se dio vuelta, con una sonrisa sobradora colgada en la mejilla,
y se alejó moviendo la cabeza,
como negando. Al fin, a Josesito se le destrabó la bronca en un concluyente «¡andálaputaqueteparió!»,
pero quedó momentáneamente exhausto por el esfuerzo.
Ahí se dio vuelta a mirarme,
como implorando una frase que le ordenara de nuevo el universo.
«Y ahora qué hacemo, decíme», me lanzó.
Para Josesito, yo vengo a ser algo así como un oráculo pitonístico,
una suerte de profeta infalible con facultades místicas. Tal vez, pobre,
porque soy la única persona que conoce que fue a la facultad.
Más por compasión que por convencimiento, le contesté con tono tranquilizador:
«Quédate piola, Josesito, ya debe estar llegando».
No muy satisfecho, volvió a mirar la ruta,
murmurando algo sobre promesas incumplidas.
Aproveché entonces para alejarme y reunirme con el resto de los muchachos.
Estaban detrás de un arco, alguno vendándose, otro calzándose los botines,
y un par haciendo jueguitos con una pelota medio ovalada.
Menos brutos que Josesito, trataban de que no se les notaran los nervios.
Pablo, mientras elongaba, me preguntó como al pasar:
«Che, Carlitos, ¿era seguro que venía, no?
Mira que después del barullo que armamos, si nos falla justo ahora...».
Para no desmoralizar a la tropa, me hice el convencido cuando le contesté:
«Pero muchachos, ¿no les dije que lo confirmé por teléfono con la madre de él,
en Buenos Aires?».
El Bebé Grafo se acercó de nuevo desde el arco que ocupaban ellos:
«Che, Carlos, ¿me querés decir para qué armaron semejante bardo,
si al final tu amiguito ni siquiera va a aportar?». En ese momento saltó Cañito,
que había terminado de atarse los cordones,
y sin demasiado preámbulo lo mandó a la mierda.
Pero el Bebé, cada vez más contento de nuestro nerviosismo,
no le llevó el apunte y me siguió buscando a mí:
«En serio, Carlitos, me hiciste traer a los muchachos al divino botón,
querido.
Era más simple que me dijeras mirá Bebé,
no quiero que este año vuelvan a humillarnos como los últimos nueve años,
así que mejor suspendemos el desafío». Y adoptando un tono intimista,
me puso una mano en el hombro y, habiéndome al oído, agregó: «Dale, Carlitos,
¿en serio pensaste que nos íbamos a tragar que el punto ése iba a venirse
desde Europa para jugar el desafío?».
Más caliente por sus verdades que por sus exageraciones,
le contesté de mal modo:
«Y decíme, Bebé, si no se lo tragaron,
¿para qué hicieron semejante kilombo para prohibirnos que lo pusiéramos?:
que profesionales no sirven, que solamente con los que viven en el barrio.
Según vos, ni yo que me mudé al Centro podría haber jugado».
Habían sido arduas negociaciones, por cierto.
El clásico se jugaba todos los años, para mediados de octubre,
un año en cada barrio. Lo hacíamos desde pibes, desde los diez años.
Una vuelta en mi casa, mi primo Ricardo, que vivía en el barrio de la Textil, s
e llenó la boca diciendo que ellos tenían un equipo invencible, con camisetas y todo.
Por principio más que por convencimiento,
salté ofendidísimo retrucándole que nosotros,
los de acá, los de la placita, sí teníamos un equipo de novela
. Sellar el desafío fue cuestión de segundos.
El viejo de Pablo nos consiguió las camisetas a último momento.
Eran marrones con vivos amarillos y verdes. Un asco, bah.
Pero peor hubiese sido no tenerlas.
Ese día ganamos 12 a 7
(a los diez años, uno no se preocupa tanto de apretar la salida
y el mediocampo, y salen partidos más abiertos, con muchos goles).
Tito metió ocho. No sabían cómo pararlo.
Creo que fue el primer partido que Tito jugó por algo.
A los catorce, se fue a probar al club y lo ficharon ahí nomás, al toque.
Igual, siguió viniendo al desafío hasta los veinte, cuando se fue a jugar a Europa.
Entonces se nos vino la noche.
Nosotros éramos todos matungos,
pero nos bastaba tirársela a Tito para que inventara algo y nos sacara del paso.
A los dieciséis, cuando empezaron a ponerse piernas fuertes,
convocamos a un referí de la Federación:
el chino Takawara
(era hijo de japoneses, pero para nosotros, y pese a sus protestas, era chino).
Ricardo, que era el capitán de ellos, nos acusaba de coimeros:
decía que ganábamos porque el chino andaba noviando con la hermana grande del Tanito,
y que ella lo mandaba a bombear para nuestro lado.
Algo de razón tal vez tendría, pero lo cierto es que, con Tito,
éramos siempre banca. Cuando Tito se fue, la cosa se puso brava.
Para colmo, al chino le salió un trabajo en Esquel y
se fue a vivir allá (ya felizmente casado con la hermana del Tanito).
Con árbitros menos sensibles a nuestras necesidades,
y sin Tito para que la mandara guardar, empezamos a perder como yeguas.
Yo me fui a vivir a la Capital, y algún otro se tomó también el buque, pero,
para octubre, la cita siempre fue de fierro
. Ahí me di cuenta del verdadero valor de mis amigos.
Desde la partida de Tito, perdimos al hilo seis años,
empatamos una vez, y perdimos otros tres consecutivos.
Tuvimos que ser muy hombres para salir de la cancha año tras año
con la canasta llena y estar siempre dispuestos a volver.
Para colmo, para la época en que empezamos a perder,
a algunos de nosotros,
y también de ellos, se nos ocurrió llevar a las novias a hacer hinchada en los desafíos.
Perder es terrible, pero perder con las minas mirando era intolerable.
Por lo menos, hace cuatro años,
y gracias a un incidente menor entre las nuestras y las de ellos,
prohibimos de común acuerdo la presencia de mujeres en el público.
Bah, directamente prohibimos el público.
A mí se me ocurrió argüir que la presión
de afuera hacía más duros los encontronazos
exacerbaba las pasiones más bajas de los protagonistas.
Y ellos, con el agrande de sus victorias inapelables
, nos dijeron que bueno, que de acuerdo,
pero que al árbitro lo ponían ellos. Al final,
acordamos hacer los partidos a puertas cerradas,
y afrontamos la cuestión arbitral con un complejo
sistema de elección de referís por ternas rotativas según el año,
que aunque nos privó de ayudas interesantes, nos evitó bombeos
innecesarios. Igual, seguimos perdiendo.
El año pasado, tras una nueva humillación,
los muchachos me pidieron que hiciera «algo».
No fueron muy explícitos, pero yo lo adiviné en sus caras.
Por eso este año, cuando Tito me llamó para mi cumpleaños,
me animé a pedirle la gauchada.
Primero se mató de la risa de que le saliera con semejante cosa,
pero, cuando le di las cifras finales de la estadística actualizada,
se puso serio: 22 jugados, 10 ganados, 3 empatados, 9 perdidos.
La conclusión era evidente: uno más y el colapso, la vergüenza,
el oprobio sin límite de que los muertos ésos nos empataran la estadística.
Me dijo que lo llamara en tres días.
Cuando volvimos a hablar me dijo que bueno, que no había problema,
que le iba a decir a su vieja que fingiera un ataque
al corazón para que lo dejaran venir desde Europa rapidito.
Después ultimé los detalles con doña Hilda.
Quedamos en hacerlo de canuto, por supuesto,
porque si se enteraban allá de que venía a la Argentina,
en plena temporada, para un desafío de barrio, se armaba la podrida.
A mi primo Ricardo igual se lo dije.
No quería que se armara el tole tole el mismo día del partido.
Hice bien, porque estuvimos dos semanas que sí que no,
hasta que al final aceptaron.
No querían saber nada, pero bastó que el Tanito,
en la última reunión, me murmurara a gritos un «dejá Carlos,
son una manga de cagones».
Ahí nomás el Bebé Grafo, calentón como siempre,
agarró viaje y dijo que sí, que estaba bien, que como el año pasado,
el sábado 23 a las diez en el sindicato, que él reservaba la cancha,
que nos iban a romper el traste como siempre, etcétera.
Ricardo trató de hacerlo callar para encontrar un resquicio
que le permitiera seguir negociando. Pero fue inútil.
La palabra estaba dada, y el Tanito y el Bebé se amenazaban
mutuamente con las torturas futbolísticas más aterradoras,
mientras yo sonreía con cara de monaguillo.
Cuando el resto de los nuestros se enteró de la noticia,
el plantel enfrentó la prueba con el optimismo rotundo
que yo creía extinguido para siempre.
El sábado a las nueve llegaron todos juntos en el camión de Gonzalito.
El único que se retrasó un poco fue Alberto, el arquero,
que como la mujer estaba empezando el trabajo de parto esa mañana,
se demoró entre que la llevó a la clínica y
pudo convencerla de que se quedara con la vieja de ella.
Ellos llegaron al rato,
y se fueron a cambiar detrás del arco que nosotros dejamos libre.
Pero cuando faltaban diez minutos para la hora acordada,
y Tito no daba señales de vida, se vino el Bebé por primera vez a buscar camorra.
Por suerte, me avivé de hacerme el ofendido:
le dije que el partido era a las diez y media y no a las diez,
que qué se creía y que no jodiera. Lo miré al Tanito,
que me cazó al vuelo y confirmó mi versión de los hechos.
El Bebé negó una vez y otra, y lo llamó a Ricardo en su defensa.
Por supuesto,
Ricardo se nos vino al humo gritando que la hora era a las diez y
que nos dejáramos de joder. Ante la complejidad que iba adquiriendo la cosa, c
on el Tanito juramos por nuestras madres y
nuestros hijos, por Dios y por la Patria, que la hora era diez y
media, que en el café habíamos dicho diez y media,
y que por teléfono habíamos confirmado diez y media,
y que todavía faltaba más de media hora para las diez
y media, y que se dejaran de romper con pavadas.
Ante semejantes exhibiciones de convicción patriótico–religiosa,
al final se fueron de nuevo a patear al otro arco,
esperando que se hiciera la hora.
Después con el Tanito nos dimos ánimo mutuamente,
tratando de persuadirnos de que un par de juramentos
tirados al voleo no podían ser demasiado perjudiciales para nuestras familias
y nuestra salvación eterna.
Fue cuando lo mandé a Josesito a pararse arriba del camión,
a ver si lo veía venir por el portón de la ruta,
más por matar un poco la ansiedad que porque pensase seriamente en que fuese a venir.
Es que para esa altura yo ya estaba convencido,
en secreto, de que Tito nos había fallado.
Había quedado en venir el viernes a la mañana,
y en llamarme cuando llegara a lo de su vieja.
El martes marchaba todo sobre ruedas.
En la radio comentaron que Tito se venía para Buenos Aires por problemas familiares,
después del partido que jugaba el miércoles por no sé qué copa.
Pero el jueves, y también por la radio, me enteré de que su equipo,
como había ganado, volvía a jugar el domingo,
así que en el club le habían pedido que se quedara.
Ese día hablé con doña Hilda,
y me dijo que ella ya no podía hacer nada:
si se suponía que estaba en terapia intensiva,
no podía llamarlo para recordarle que tomara el avión del viernes.
El viernes les prohibí en casa que tocaran el teléfono:
Tito podía llamar en cualquier momento.
Pero Tito no aportó. A la noche,
en la radio confirmaron que Tito jugaba el domingo.
No tuve ánimo ni para calentarme. Me ganó, en cambio,
una tristeza infinita. En esos años,
las veces que había venido Tito me había encantado comprobar
que no se había engrupido ni por la plata ni por salir en los diarios.
Se había casado con una tana, buena piba, y tenía dos chicos bárbaros.
Yo le había arreglado la sucesión del viejo, sin cobrarle un mango, claro.
El siempre se acordaba de los cumpleaños y llamaba puntualmente.
Cuando venía, se caía por mi casa con regalos, para mis viejos y mi mujer,
como cualquiera de los muchachos.
Por eso, porque yo nunca le había pedido nada,
me dolía tanto que me hubiese fallado justo para el desafío.
Esa noche decidí que,
si después me llamaba para decirme que el partido
de allá era demasiado importante y que por eso no había podido cumplir,
yo le iba a decir que no se hiciera problema.
Pero lo tenía decidido: chau Tito, moríte en paz.
Aunque no lo hiciera por mí,
no podía cagar impunemente a todos los muchachos.
No podía dejarnos así, que perdiéramos de nuevo y que nos empataran la estadística.
Al fin y al cabo, en el primer desafío,
cuando era un flaquito escuálido por el que nadie daba dos mangos,
y que nos venía sobrando
(porque en esa época jugábamos en la canchita del corralón,
que era de seis y un arquero), yo igual le dije vení pibe,
jugá adelante, que sos chiquito y si sos ligero capaz que la embocás.
Por eso me dolía tanto que se abriera,
y porque cuando se fue a probar al club,
como no se animaba a ir solo, fuimos con Pablo y el Tanito;
los cuatro, para que no se asustara.
Porque él decía y yo para qué voy a ir,
si no conozco a nadie adentro, si no tengo palanca,
y yo que dale, que no seas boludo,
que vamos todos juntos así te da menos miedo.
Y ahí nos fuimos,
y el pobre de Pablo se tuvo que bancar
que el técnico de las inferiores le dijera a los cinco minutos
¡salí perro, a qué carajo viniste!,
y el Tanito y yo tuvimos que pararlo a
Tito que quiso que nos fuéramos todos ahí mismo,
y decirle que volviera que el tipo lo miraba seguido.

Nosotros dos, con el Tanito, duramos un tiempo y poco
pero después nos cambiaron y el guanaco ése nos dijo ta'bien pibes,
cualquier cosa les hago avisar por el flaquito aquel que juega de nueve,
nos dijo señalándolo a Tito que seguía en la cancha. Pero no nos importó,
porque eso quería decir que sí, que Tito entraba, que Tito se quedaba,
y nos dio tanta alegría que hasta a Pablo se le pasó la calentura,
primero porque Tito había entrado, y segundo porque,
como yo andaba con las llaves de mi casa,
en la playa de estacionamiento pudimos rayarle
la puerta del rastrojero al infeliz del técnico.
Y después, cuando le hicieron el primer contrato profesional,
a los 18, y lo acostaron con los premios,
lo acompañé yo a ver a un abogado de Agremiados y
ya no lo madrugaron más,
y cuando lo vendieron afuera yo todavía no estaba recibido,
pero me banqué a pie firme la pelea con los gallegos que se lo vinieron a llevar,
y siempre sin pedirle un mango.
Ah, y con el Tanito, aparte, cuando nos encargamos
de su vieja cuando el viejo, don Aldo, se murió y él estaba jugando en Alemania;
porque el Tanito, que seguía viviendo en el barrio,
se encargó de que no le faltara nada,
y que los muchachos se dieran una vuelta de vez en cuando
para darle una mano con la pintura, cambiarle una bombita quemada,
llamarle al atmosférico cuando se le tapara el pozo, qué sé yo,
tantas cosas. Nunca lo hicimos por nada, nos bastó el orgullo
de saberlo del barrio, de saberlo amigo, de ver de vez en cuando un gol suyo,
de encontrarnos para las fiestas. Lo hicimos por ser amigos, y cuando él,
medio emocionado, nos decía muchachos, cómo cuernos se los puedo pagar,
nosotros que no, que dejá de hinchar, que para qué somos amigos,
y el único que se animaba a pedirle algo era Josesito,
que lo miraba serio y le decía mirá,
Tito, vos sabes que sos mi hermano,
pero jamás de los jamases se te ocurra jugar en San Lorenzo,
por más guita que te pongan no vayas,
por lo que más quieras porque me muero de la rabia,
entendéme, Tito, a cualquier otro sí, Tito,
pero a San Lorenzo por Dios te pido no vayas ni muerto, Tito.
Y Tito que no, que quedáte tranquilo,
Josesito, aunque me paguen fortunas a San Lorenzo
no voy por respeto a vos y a Huracán, te juro.
Por eso me dolía tanto verlo justo a Josesito, defraudado,
parado en puntas de pie sobre el techo del camión de reparto;
y a los otros probándolo a Alberto desde afuera del área,
con las medias bajas, pateando sin ganas,
y mirándome de vez en cuando de reojo,
como buscando respuestas.
Cuando se hicieron las diez y media, Ricardo y
el Bebé se vinieron de nuevo al humo. Les salí al encuentro con Pablo
y el Tanito para que los demás no escucharan. «Es la hora, Carlos», me dijo Ricardo.
Y a mí me pareció verle un brillo satisfecho en los ojos.
«¿Lo juegan o nos lo dan derecho por ganado?», preguntó, procaz, el Bebé.
El Tanito lo miró con furia, pero la impotencia
y el desencanto lo disuadieron de putearlo.
«Andá ubicando a los tuyos, y llamálo al árbitro para el sorteo», l
e dije. Desde el mediocampo, le hice señas a Josesito
de que se bajara del camión y se viniera para la cancha.
Para colmo, pensé, jugábamos con uno menos.
Éramos diez, y preferí jugar sin suplentes que llamar a algún extraño.
En eso, ellos también eran de fierro.
No jugaba nunca ninguno que no hubiese estado en los primeros desafíos.
Cuando Adrián me avisó en la semana que no iba a poder jugar por el desgarro,
le dije que no se hiciera problema.
Hasta me alegré porque me evitaba decidir
cuál de todos nosotros tendría que quedarse afuera.
Tito me venía justo para completar los once.
Para colmo, perdimos en el sorteo.
Tuvimos que cambiar de arco.
Hice señas a los muchachos de que se trajeran
los bolsos para ponerlos en el que iba a ser el nuestro en el primer tiempo.
Yo sabía que era una precaución innecesaria.
Con ellos nos conocíamos desde hacía veinte años,
pero me pareció oportuno darles a entender que,
a nuestro criterio, eran una manga de potenciales delincuentes.
Cuando me pasaron por el costado,
cargados de bultos, Alejo y Damián,
los mellizos que siempre jugaron de centrales,
les recordé que se turnaran para pegarle al once de ellos,
pero lo más lejos del área que fuera posible.
Alejo me hizo una inclinación de cabeza y me dijo un
«quédate pancho, Carlitos».
En ese momento me acordé del partido de dos años antes.
Iban 43 del segundo tiempo y en un centro a la olla,
él y el tarado de su hermano se quedaron mirándose como vacas,
como diciéndose «saltá vos».
El que saltó fue el petiso Galán, el ocho de ellos:
un metro cincuenta y cinco, entre los dos mastodontes de uno noventa.
Uno a cero y a cobrar.
Espantoso. Cuando nos acomodamos,
fuimos hasta el medio con Josesito para sacar.
Con la tristeza que tenía, pensé,
no me iba a tocar una pelota coherente en todo el partido.
De diez lo tenía parado a Pablo.
Si a los dieciséis el técnico aquél lo sacó por perro,
a los treinta y cuatro, con pancita de casado antiguo,
era todo menos un canto a la esperanza.
El Bebé, muy respetuoso,
le pidió permiso al árbitro para saludarnos antes
del puntapié inicial
(siempre había tenido la teoría de que olfear a los jueces
le permitía luego hacerse perdonar un par de infracciones).
Cuando nos tuvo a tiro, y con su mejor sonrisa,
nos envenenó la vida con un «pobres muchachos,
cómo los cagó el Tito, qué bárbaro», y se alejó campante.
Pero justo ahí, justo en ese momento,
mientras yo le hablaba a Josesito y e
l árbitro levantaba el brazo y
miraba a cada arquero para dar a entender que estaba todo en orden,
y Alberto levantaba el brazo desde nuestro arco,
me di cuenta de que pasaba algo.
Porque el referí dio dos silbatazos cortitos,
pero no para arrancar,
sino para llamar la atención de Ricardo (que siempre es el arquero de ellos).
Aunque lo tenía lejos,
lo vi pálido, con la boca entreabierta,
y empecé a sentir una especie de tumulto
en los intestinos mientras temía que no fuera lo que yo pensaba que era,
temía que lo que yo veía en las caras de ellos, ahí adelante mío,
no fuese asombro, mezclado con bronca, mezclado con incredulidad;
que no fuese verdad que el Bebé estuviera dándose vuelta hacia Ricardo,
como pidiendo ayuda;
que no fuera cierto que el otro siguiera con la vista clavada en un punto todavía lejano,
todavía a la altura del portón de la ruta,
todavía adivinando sin ver del todo a ese tipo lanzado
a la carrera con un bolsito sobre el hombro gritando aguanten,
aguanten que ya llego, aguanten que ya vine,
y como en un sueño el Tanito gritando de la alegría,
y llamándolo a Josesito, que vamos que acá llegó, carajo,
que quién dijo que no venia,
y los mellizos también empezando a gritar, que por fin,
que qué nervios que nos hiciste comer, guacho,
y yo empezando a caminar hacia el lateral,
como un autómata entre canteros de margaritas,
aún indeciso entre cruzarle la cara de un bife por los nervios
y abrazarlo de contento,
y Tito por fin saliendo del tumulto de los abrazos postergados,
y viniendo hasta donde yo estaba plantado
en el cuadradito de pasto en el que me había quedado como sin pilas
, y mirándome sonriendo, avergonzado, como pidiéndome disculpas,
como cuando le dije vení pibe, jugá de nueve,
capaz que la embocás; y yo ya sin bronca,
con la flojera de los nervios acumulados toda junta sobre los hombros,
y él diciéndome perdoná, Carlos,
me tuve que hacer llamar a la concentración por mi tía Juanita,
pero conseguí pasaje para la noche, y llegué hace un rato,
y perdonáme por los nervios que te hice chupar,
te juro que no te lo hago más, Carlitos, perdonáme,
y yo diciéndole calláte, boludo, calláte, con la garganta hecha un nudo,
y abrazándolo para que no me viera los ojos,
porque llorar, vaya y pase, pero llorar delante de los amigos jamás;
y el mundo haciendo click y volviendo a encastrar justito en su lugar,
el cosmos desde el caos, los amigos cumpliendo,
cerrando círculos abiertos en la eternidad,
cuando uno tiene catorce y dice 'ta bien, te acompañamos, así no te da miedo.
Como Tito llegó cambiado, tiró el bolso detrás del arco
y se vino para el mediocampo, para sacar conmigo.
Cuando le faltaban diez metros, le toqué el balón para que lo sintiera,
para que se acostumbrara, para que no entrara frío
(lo último que falta ahora, pensé, es que se nos lesione en el arranque).
Se agachó un poquito, flexionando la zurda más que la diestra.
Cuando le llegó la bola, la levantó diez centímetros,
y la vino hamacando a esa altura del piso,
con caricias suaves y rítmicas.
Cuando llegó al medio, al lado mío, la empaló con la zurda
y la dejó dormir un segundo en el hombro derecho.
Enseguida se la sacudió con un movimiento breve del hombro,
como quien espanta un mosquito,
y la recibió con la zurda dando un paso atrás:
la bola murió por fin a diez centímetros del botín derecho.
Recién ahí levanté los ojos, y me encontré con el rostro desencajado del Bebé,
que miraba sin querer creer, pero creyendo.
El petiso Galán, parado de ocho, tenía cara de velorio a la madrugada.
Ellos estaban mudos, como atontados.
Ahí entendí que les habíamos ganado.
Así. Sin jugar. Por fin, diez años después íbamos a ganarles.
Los tipos estaban perdidos,
casi con ganas de que terminara pronto ese suplicio chino.
Cuando vi esos ademanes tensos,
esos rostros ateridos que se miraban unos a otros ya sin esperanza,
ya sin ilusión ninguna de poder escapar a su destino trágico,
me di cuenta de que lo que venía era un trámite, un asunto concluido.
Mientras el árbitro volvía a mirar a cada arquero,
para iniciar de una vez por todas ese desafío memorable,
Josesito, casi en puntas de pie junto a la raya del mediocampo,
le sonrió al Bebé, que todavía lo miraba a Tito con algo de pudor y algo de pánico:
"¿Y, viste, jodemil...? ¿No que no venía? ¿no que no?",
mientras sacudía la cabeza hacia donde estaba Tito,
como exhibiéndolo, como sacándole lustre, como diciéndole al rival moríte,
moríte de envidia, infeliz. Pitó el árbitro y Tito me la tocó al pie.
El petiso Galán se me vino al humo, pero devolví el pase justo a tiempo.
Tito la recibió, la protegió poniendo el cuerpo,
montándola apenas sobre el empeine derecho.
El petiso se volvió hacia él como una tromba,
y el Bebé trato de apretarlo del otro lado.
Con dos trancos, salió entre medio de ambos.
Levantó la cabeza, hizo la pausa, y después tocó suave,
a ras del piso, en diagonal, a espaldas del seis de ellos,
buscándolo a Gonzalito que arrancó bien habilitado.